domingo, 21 de marzo de 2010

3. Lago Atitlán


El Lago Atitlán es uno de los lugares más sagrados de los Mayas Tzʻutujiles y Cakchiqueles, quienes viven en varios pueblos que rodean al Lago. Aquí se ve el lago en una foto satélite. Es un lago volcánico. Llegamos a Panajachel (Cakchiquel) a la noche, y nos instalamos en el Hotel Primavera en la Calle Santander, una de las principales que llega perpendicularmente al lago. Un lugar céntrico y cómodo. Comimos unos tacos en la calle, y al otro día nos levantamos tempranito. Buscamos una tortillería, y compramos las tortillas para hacer un picnic en la lancha. La lancha nos llevo a tres pueblos: San Pedro La Laguna, Santiago de Atitlán, y San Antonio Palopó.

En San Pedro encontramos un joven quien nos llevo en “tuc tuc” o triciclo motorizado, hasta el Mirador, para disfrutar de una vista espectacular. Luego vimos a la iglesia y un poco del Mercado. Conversar con el joven del "tuc tuc" fue lo mas lindo, se llamaba Sebastián. Nos mostró unas plantas de café, y el volcán San Pedro.

En Santiago fuimos directamente a visitar a Maximón. Maximón, llamado "Rilaj Maam" por sus feligreses, es un espíritu ancestral de los Mayas del altiplano de Guatemala. Fuimos a presenciar a Maximón en Santiago de Atitlán, el pueblo Maya-Tz'utujil ubicado en la orilla sur del lago, en el departamento de Sololá. Este espíritu es venerado como guardián protector del pueblo Tz'utujil y de otros pueblos Mayas.

La gente Maya de Santiago hace sus ofrendas de cigarros y licor, y las ceremonias son acompañadas de velas y rezos. Maximón es cuidado por las distintas Cofradías, o hermandades religiosas, y cambia de casa en casa al transcurso de los años. Los fondos que se recaudan del turismo y de los feligreses que acuden a Maximón son utilizados por las Cofradías para beneficio de la comunidad.

El Lago estuvo clarito, transparente, y hermoso, lleno de vida. Disfrutamos del viento que nos acariciaba en la lancha; vimos a padre e hijo en canoas de madera pescando y remando en el lago, a mujeres lavando su ropa en la orilla en contra las piedras, y conversamos con señoras vendedoras ambulantes. Compartimos la comida con ellas, y compramos algunos textiles bonitos para nuestros recuerdos. Encontramos a Viviana y Luisa de Córdoba, Argentina, mis paisanas. Con ellas tomamos una cerveza Gallo en San Antonio Palopó para despedirnos del paseo de una forma alegre y festiva. El restaurante tenía unos posa-platos con glifos del calendario Maya, el sagrado y el agrícola. Esa noche directamente partimos para Chichicastenango.

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